Todas somos vulnerables

 Nancy es una mujer de 52 años que hace poco emigró de su país. Ya tenía una vida hecha: hijos, trabajo, hasta pensión ya había tratado cuando su primera nieta vino al mundo y es entonces que le pidieron su ayuda para cuidarla. 

Esa es la principal razón por la que Nancy dejó su país, su comodidad, sus amigos y colocó en 2 maletas su vida para enseñarle a su nieta lo que solo ella podía enseñarle. Desde que se conocieron fue amor a primera vista y pasan todos los días una jornada maravillosa haciendo cualquier variedad de cosas. Ya tiene 2 años y canta, cuenta los números hasta el 100, sabe las vocales, los colores y conoce los animales. 

Cada tarde, acostumbran a dar un paseo por el parque o acostumbraban, a pesar de que la pandemia restringió las salidas de casa, ya ellas llevan casi un año sin ir al parque. Por qué?

Ella no sabe bien la razón y tuvo que pensar muchas noches por qué ya no visita ese lugar. Ni sola, ni con la nieta o incluso en compañía del nuevo grupo de amigas que tiene. Ella inconscientemente rechaza todas las invitaciones que estén relacionadas con ese lugar, a pesar de ser un sitio muy cercano al apartamento donde vive, desde hace casi un año todas las excusas posibles han evitado que ella regrese a ese lugar. Nancy nunca ha sido el tipo de persona que teme hacer alguna cosa, a lo largo de su vida ha tenido que enfrentarse a muchos retos y situaciones difíciles, tanto a nivel familiar, como a nivel profesional, pero nunca se había sentido tan vulnerable como aquel día. 

La tarde de aquel martes, su hija llegó temprano y ella decidió salir a caminar al parque sola, para tener un momento con ella misma, tomar aire fresco y hacer algo de ejercicio. Levaba cerca de 15 minutos caminando cuando sintió que alguien la seguía. Era un hombre más joven que ella, podría ser de unos 38 años, alto, blanco, con un pantalón casual y una camisa unicolor. No parecía un tipo de cuidado, ni parecía que tuviese algún problema, incluso parecía un local, nada por lo cual preocuparse. 

Photo de Max Pixels 


Siguió su ruta habitual durante unos 5 o 10 minutos más, hasta que el hombre que la seguía se aproximo mas, hasta llegar a su lado, comenzó a tocarse en sus partes intimas y las saco de su pantalón. A pesar de la impresión, Nancy no detuvo su paso y mas bien aumentó el ritmo, el hombre la siguió sin importar lo rápido que ella fuera, entonces vió a un grupo de mujeres  y se acercó a ellas, el hombre no paró y también se acercó, sin dejar de masturbarse. Nancy no sabia qué hacer huyó lo mas rápido que pudo del parque al igual que las otras mujeres que había encontrado, corrió varias calles y llamó a su yerno, quien la esperó unas cuadras mas adelante sin comprender bien lo que había sucedido, la acompañó hasta la casa y le preguntó si estaba bien, no comentó mucho sobre lo que acababa de suceder porque sólo quería olvidarlo y así lo hizo. 

Después de ese día ese recuerdo quedó totalmente bloqueado de su cabeza, no sentía miedo, ni se sentía insegura, incluso salía sola a la calle, pero su única defensa era no regresar al parque donde eso ocurrió, tuvo que pensar mucho para recordarlo porque no encontraba la razón que la hacía rechazar siempre volver allí. Por increíble que parezca su instinto de supervivencia fue quien reaccionó y luego fue quien también bloqueó todo ese asunto de su memoria. Pero ahora que logra recordarlo, sabe que cualquiera, a cualquier edad y en cualquier lugar tiene la posibilidad de encontrarse vulnerable.


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